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miércoles, 31 de octubre de 2012

HALLOBLOGWEEN con Teresa

Sí, sé que resultó un texto bastante extenso, poco apto para el formato bloguero, pero el desarrollo de la trama así lo impuso. Espero sepan disculpar.
Más relatos de HALLOBLOGWEEN, en lo de Teresa




EL QUIEBRE DEL SILENCIO

Esa noche demoró más de la cuenta en dormirse. Pensó que el estrés acumulado durante el día había  logrado alterar la habitual facilidad para conciliar el sueño de la que había disfrutado desde niño, pero analizando los acontecimientos destacados que había sobrellevado con soltura durante la última jornada, no consiguió descubrir algo particular que lograra perturbarlo fuera de lo cotidiano. Pese a ello percibía una inquietud muy inusual circulando por su interior, como si se hallase en el preámbulo de algo sumamente angustiante que estaba a punto de devenir. Recurrió entonces a los somníferos que su última novia había dejado olvidados en su mesa de noche -luego de abandonarlo para siempre- tras una violenta discusión. Afortunadamente las pastillas le hicieron efecto. Logró dormir profundo y de un tirón.

Se despertó sobresaltado presintiendo que llegaría tarde a la oficina. Su cronómetro mental le advertía que había pasado de largo el aviso de su reloj despertador programado a las siete en punto. Siempre se había destacado por su puntualidad y no quería empañar sin motivo válido su impecable foja de servicios. Saltó de la cama sin comprobar la magnitud de su retraso, corroborando lo que temía por la gran luminosidad que advertía tras las hendijas de la ventana. Se dio una ducha rápida, se vistió sin más demora y se dirigió a la calle sin siquiera beber una taza de café.

Lo primero que le llamó la atención fue la inusitada inmediatez con la que el ascensor respondió a su demanda. Habitualmente debía insistir varias veces hasta lograrlo, ganándole de mano a sus vecinos. La quietud y el silencio extremos que lo golpearon al salir a la calle no hicieron más que aumentar su desconcierto. No se encontró -como siempre- con la portera baldeando la vereda ni con el kiosquero de al lado tarareando alguna canción pegadiza. No advirtió ningún automóvil precipitándose hacia el boulevard, ni ningún escolar apurando el paso hacia el colegio. No distinguió ningún movimiento en todo el perímetro que alcanzaba a ver desde la esquina. Agudizó los oídos y ni siquiera lograba percibir el acostumbrado piar de los pájaros, inquietos  entre los árboles. Mientras caminaba hacia la parada del colectivo –ya sin la premura con que había iniciado su recorrido- observaba con asombro que nadie, ningún ser vivo daba señales de vida, no solo en su calle, sino tampoco en la próxima…ni en la siguiente ni en la de la vuelta...ni en la avenida...Nadie. Ni un perro. Ni siquiera un ave cruzando el cielo.

Extrañamente, todos los negocios, las casas, los edificios, los autos, se hallaban como recién abiertos, como si la rutina diaria –y la vida- se hubiesen interrumpido apenas un instante antes que él despertara. Comprobó, incluso, que algunos autos abandonados en medio de de la calle tenían aún las llaves de encendido colocadas y los motores tibios, como si recién hubiesen dejado  de andar.

Entró a una farmacia cuyo cartel de abierto se hallaba a la vista, presto a recibir a los clientes más madrugadores. Nadie. Ni el farmacéutico, ni algún comprador. Solo un paquetito con medicamentos a medio envolver sobre el mostrador y unos billetes como a punto de sellar el pago.

Dio unas fuertes palmadas esperanzadas, aguardando que alguien respondiera desde el interior de la oficina anexa, pero fue inútil, como también resultaron infructuosos sus sucesivos intentos en los demás comercios de la cercanía. Hasta el bar de su amigo Maxi lucía desierto. Varias mesas mostraban signos de haber estado ocupadas hasta no hace mucho: el aromático café todavía humeante, las medialunas crujientes a medio morder, los diarios del día desplegados como si estuvieran aún siendo leídos. El televisor encendido mostraba la vista estática del escritorio del presentador del noticiero matinal: la silla vacía, los papeles ordenados sobre el tablero, como si recién los hubiesen alistado. Buscó el control remoto del televisor del otro lado de la barra. Intentó con otros canales. Los que a esa hora usualmente tenían programación en vivo presentaban los mismos síntomas de abandono repentino. En el resto, la clásica lluvia de transmisión interrumpida.

Totalmente superado por los extraños hechos que estaba experimentando, se dejó caer sobre la silla más cercana intentando esclarecer sus pensamientos, que no encontraban explicación lógica para justificar algo tan inconcebible. Recordó que llevaba su celular y comenzó a marcar, desesperado, uno a uno los números de sus contactos, empezando por los más cercanos. Absolutamente nadie contestó a sus llamadas. Probó una comunicación por internet y no pudo realizarla. Aparentemente las conexiones estaban interrumpidas.

Sus manos temblorosas aflojaron el nudo de su corbata que en ese momento parecía ahogarlo. Sus latidos a mil le iban acentuando el palpitar de las venas del cuello, provocando que un agudo dolor de cabeza comenzara a torturarlo al punto de hacerle rogar por una aspirina. Retrocedió hasta la farmacia y tratando de no desordenar demasiado las estanterías –su acostumbrado puntillismo no había desaparecido aún de su inconsciente- consiguió al rato los comprimidos que buscaba.

Poco a poco su cabeza se iba recomponiendo mientras continuaba caminando en forma irreflexiva, dejando que sus pasos se guiaran por el azar, sin rumbo definido, con la casi nula expectativa de encontrar en algún inesperado rincón de la ciudad, algún otro pobre sobreviviente que se hallara como él, sumergido en su propio mar de confusiones. No fue así. Pasaron horas y horas y con nadie se topó. Estaban vacías la casa de su hermano y las de sus otros conocidos. También su oficina y los sitios que acostumbraba frecuentar. Habían desaparecido hasta los peces de la fuente en la que solía detenerse cada tarde.

Sumamente angustiado, decidió extender su desesperada búsqueda más allá de la ciudad. Tal vez el alcance de las misteriosas desapariciones se circunscribiera a los cascos urbanos, quizás en la zona rural alguien o algo hubiese sobrevivido. Sin más dilaciones eligió uno de los tantos vehículos que se hallaban diseminados por las calles con sus puertas abiertas y las llaves de encendido bien dispuestas. Avanzó raudamente en medio de aquel paisaje antes tan suyo, aunque ahora bien distinto: desconcertante y silencioso, inexplicablemente quieto y deshabitado. Enorme y vacío…como el hueco que le retorcía las entrañas.

Mientras avanzaba por los caminos rurales, comprobando que la repentina vacuidad de todo cuanto antes se hallara pletórico de vida se había extendido más allá de los límites de la gran ciudad, comenzó a pensar en lo absurdamente paradójico de la situación: él, que toda su vida se las había ingeniado para sobrevivir en medio de los demás articulando las mínimas e indispensables interrelaciones, en ese momento -puesto por el destino en la circunstancia de ser único sobreviviente de aquello a lo que ya suponía una abducción o exterminio- deseaba con todo su corazón hallar a algún otro ser humano andando a tientas en medio de aquel inusitado desierto de silencio y desolación. Insistió una y otra vez las mismas alternativas de comunicación que infructuosamente venía ensayando: teléfono, televisión, internet, gritos, bocinazos…ninguno de sus intentos tenía retorno.

Regresó a su calle cuando los albores del nuevo día se anunciaban en el horizonte. El silencio sepulcral continuaba reinando en cada rincón de la que fuera su ciudad y ahora sólo era la cáscara vacía de todos sus recuerdos. Los rostros amados de quienes marcaron su vida se iban haciendo presentes en su memoria. La sola idea de pensarlos ausentes -todos, así, de repente- diluidos en el misterio de lo inexplicable, le sofocaba al punto de hacerlo estallar en lágrimas. Pensó en todas las sonrisas que jamás volvería a contemplar, las voces que nunca más escucharía, las palabras que no alcanzó a decir, las heridas que no alcanzó a sanar, las promesas que no alcanzó a cumplir, las disculpas que no alcanzó a pronunciar…todo le pesaba sobre sus hombros como si un quintal de culpa y remordimientos le hubiese caído sin previo aviso, sin que alcanzara a prepararse, sin la posibilidad de algún gesto que pudiera reivindicarlo.

La angustia y el miedo llegaban a quebrarle el alma.

Otra vez el ascensor respondió presto a su requisitoria. Sin ninguna dilación ascendió hasta su piso, sepulcral y solitario como lo había dejado esa mañana, justo antes de comprobar que por alguna razón que escapaba a su comprensión resultaba ser el único ser viviente del lugar…de los alrededores…probablemente, de todo el planeta. El mundo se había acabado y nada ya podía hacer para recuperarlo.

Se dirigió sin pensar hacia la heladera. El hambre le taladraba el estómago como la angustia lo hacía con su cabeza y su corazón. No había probado bocado desde la noche anterior y prolongar también ese sufrimiento se le antojaba innecesario. Comió y bebió hasta que el desconcierto pasó a ser otra vez el tema prioritario de sus pesares. Ninguna respuesta conseguía materializarse como eventual causa de semejante tragedia. A excepción de la vegetación, la repentina disolución de todo ser vivo parecía ser la consigna que se desató en forma imprevista sobre el mundo y nada de lo que intentaba suponer, hubiese sido capaz de provocarlo. Nada -sin dudas- podría revertirlo. Imaginar su absoluta soledad en un mundo así sobrepasaba su instinto de supervivencia.

Como la noche anterior el sueño no quiso llegarle como amistoso consuelo. Como la noche anterior, sentía una ansiedad muy particular circulando por su interior, con la diferencia que ahora sí sabía el motivo que la estaba originando. Recordó otra vez los somníferos que su última novia había dejado olvidados en su mesa de noche. Recordó el efecto inmediato que un par de comprimidos demostraran en la víspera. Cayó en la cuenta que el frasco estaba casi lleno. Hizo algunas cuentas. Evaluó opciones alternativas. Los pros y los contras. Las probabilidades casi nulas de hallar en un futuro algún otro superviviente, y de haberlo, la invariable implicancia de sobrevivir deambulando entre las ruinas de lo que antes conoció como urbe y ahora sólo era un cascarón sin vida.

Esta vez no se quitó la ropa, apenas los zapatos. Llenó un vaso con agua y se sentó en el borde de la cama. Adentro y afuera, la inmensidad del silencio seguía abrumándolo. Pensó en ahogarlo con algo de música pero sintió que resultaría hasta irrespetuoso: la humanidad completa desvanecida sin explicación no merecía un agravio semejante.

Débilmente iluminado por el amarillo de la luz del velador, fue tragando uno a uno todas las pastillas, intercalando breves sorbos de agua para ayudarlos a atravesar su garganta. Al concluir, tomó uno de sus libros predilectos y comenzó a leer. Si debía morir, esa le pareció una buena y dócil manera de realizarlo. Comenzó intentando perderse de lleno en la historia, entre mágicos tigres, y espejos y laberintos, buscando olvidar aquella inaudita tragedia y la enorme soledad que lo embargaba.

Apenas alcanzó a leer dos o tres páginas cuando presintió que estaba ya en los preliminares del blando final. Su cuerpo ya no respondía a su cabeza y su mente se envolvía más y más en un inmanejable sopor.

Pese a ello alcanzó a escuchar que alguien -o algo- abría la puerta de su departamento. Claramente…ahora unos pasos se dirigían hacia él.

BELLEZA


Cuando la belleza
sorprende…
cuando brilla, a pesar
de no ajustarse
a los cánones
más acostumbrados,
resulta entonces
que uno siente
que roza
-bien de cerca-
eso…
que llamamos
vida...
y divinidad.

miércoles, 24 de octubre de 2012

ESTE JUEVES, UN RELATO: Colores



¿Cómo explicarle la intensidad de un rojo…la ardiente fogosidad de esa impresión visual capaz de incendiar pupilas o despertar pasiones contenidas?

¿Cómo explicarle el azul, tan hondo, tan calmo, tan nostálgico, cuando en medio de una atmósfera de claroscuros logra sensibilizar aún como destello de luz gracias a su karma de  enigmático misterio?

¿Cómo explicar el añil, el magenta, los ocres o un incitante verde esmeralda? …¿Y los sutiles destellos irisados de las gotas recién despiertas del rocío de la mañana?

¿Cómo contar la emoción que despierta el primer trazo de un color vibrante, sobre el lienzo aún áureo, aguardando ser íntimamente transformado?

¿Cómo narrarle el efecto que producen dos contrastantes colores, uno junto al otro, combinados en expresivo juego cromático?

¿Cómo acercarle las sensaciones –mágicas, totales, intransferibles- que el espíritu del artista logra captar de  la realidad, para plasmar, luego, paleta de colores mediante, con emoción y sentimientos todo el influjo de sus musas inspiradas?

Toda esa desesperación, todo ese desconcierto, eran ahora el leitmotiv de sus desgarrados trazos: intentar menguar–pintando- la crueldad de sus incertidumbres. Último recurso al que el viejo pintor recurría con ironía, frente a la angustia de no poder traducir con convicción el universo inabarcable de su obra ante los ojos de su hija, ciega de nacimiento.

Más relatos coloridos, en el Daily Planet´s

martes, 23 de octubre de 2012

OPCIONES




Si entre agujeros
o estrellas
la vida se debate,
si es la opción
calar agujeros
en lo profundo del alma
o en cambio
sembrar estrellas
con la luz de la esperanza,
siempre,
con firme presteza,
diré:
elijo sembrar estrellas.

domingo, 21 de octubre de 2012

MEMORIA






















No habrá día en que tu nombre
no quiebre mi silencio.
No habrá noche
en que tu rostro
-aún diluido
entre las nieblas del tiempo-
no intente salir a flote nadando
en el mar de mis ensueños.
Sé que nunca cambiará
la constancia
de tu presencia.
Sé que no se alterará
ni en una pizca
la luz que dejaste
entre mis sombras,
porque nada soy
sino cosecha
de lo que fui sembrando...
y en esa siembra, siempre
estará latente,
tu memoria.


Por aquí, hoy, tercer domingo de octubre se celebra el día de la madre.
Felicidades para todas las que lo son!

jueves, 18 de octubre de 2012

ESTE JUEVES, UN RELATO: Entre libros

 No quise dejar de participar este jueves, así que sepan disculpar que, a falta de inspiración fresca, traiga la tercera parte de una trilogía que publiqué hace bastante y quizás algunos hayan leído. La historia pertenece a "El círculo del Apocalipsis" y lleva por nombre:

  
A LAS PUERTAS DEL UNIVERSO

Ante sí, conservando rancio el aire que fuera fresco alguna vez, se hallaba lo que adivinó era una enorme biblioteca. Preservada del eco de violencias y tragedias, aquella enorme sala, subdividida en otras por arcadas curvas que sostenían el techo en magnificencia aún recordada, parecía estar dispuesta para ella, aguardando desde siempre su llegada. El relieve de una silueta humana con los brazos extendidos rodeada por un círculo flameante se destacaba en la parte superior de uno de los muros de la estancia.

Luego de encender todos los candelabros que halló a la vista, la mujer se dejó llevar por la emoción de tener ante sus ojos el que consideró el mayor tesoro que podía imaginar: ordenados en estanterías, guardados en exhibidores, ubicados en sus correspondientes anaqueles, por todos los rincones, en cada una de las numerosas salas fue encontrando más y más testimonios de todo lo que la humanidad fuera alguna vez y de lo que ella apenas tenía referencias, capturadas al azar, de boca de algún anciano memorioso que se abandonara al calor de sus recuerdos.

Nada en toda su vida había logrado conmoverla tanto. Se hallaban ante sí los registros invaluables de tantos años ya olvidados, generosos escritos de glorias y sueños pasados, descripciones de realidades borradas ya de la faz de la tierra, geografías de antaño, ilustradas crónicas de viajes y aventuras. Un universo fascinante, como jamás su mente ansiosa se animó imaginar…a su entera disposición!

Alguna caprichosa mediación desconocida había hecho que sus pensamientos, sus deseos, su espíritu, se conjugaran para hallar el camino que la condujo hasta allí…frente a aquel único y colosal tesoro…que, paradójicamente, ella no sabía dilucidar!...Jamás quiso la suerte que alguno de aquellos pocos ilustrados que quedaban en ese entonces con vida, se cruzara en su camino para que le enseñara la extraña técnica de trazar e interpretar líneas de la que los antiguos solían disponer.

Profundamente conmovida por el inimaginable designio en el que el destino la había colocado, la sufrida mujer confió una vez más en sus instintos y tomando uno a uno los volúmenes que sabía no lograría nunca comprender, comenzó a recorrer aquellas magníficas páginas, algunas plagadas de coloridas ilustraciones, otras con regularidad de signos y prolijamente encuadernadas. Hasta las más añejas y menos conservadas se dejaban hojear con sumisión y entrega.

La compleja mezcla de sensaciones que atravesaban su mente y corazón la fue haciendo caer en un inusual sopor mientras acariciaba con impotencia y resignación las tapas magníficamente decoradas de un pequeño libro que encontró guardado dentro de una caja.

Con el precioso libro entre sus manos se dejó dominar por el sueño que la fue envolviendo. Recostada en el mesón que se hallaba en el centro del salón principal de la biblioteca, casi apoyando la cabeza sobre él, la mujer fue penetrando poco a poco, con delicadeza inaudita, dentro de la realidad que el libro guardaba.

Se dejó llevar, blandamente… hacia un bosque frondoso…donde el sol se filtraba cálido y curioso haciendo dorar con su oro las hojarascas que cubrían el suelo por donde ella iba pisando.

Lograba sentir la brisa, un sugestivo aroma a pinos y hierbas fragantes…alcanzaba a ver a los pájaros en sus nidos…los polluelos temblorosos clamando a sus padres por su alimento… logró acariciar las flores extrañas y bellas que poblaban el sendero…se embriagó con el rumor del agua de un arroyo cristalino…se dejó llevar por la emoción al ver correr un zorro tras una liebre que casi rozó su pie en la huida…Fue mágico…pero real el andar por esas sendas, contenidas todas dentro de aquel libro…fue real su alegría, fue intenso y real el palpitar en su pecho al ver jugar unos niños, felices, agitando sus manos al viento!...

En medio de su ensoñación, sin haber salido aún de ese limbo, la mujer se preguntaba si el hechizo que estaba haciendo realidad lo que alguien alguna vez había descripto sería parte del delirio final de una enferma que, con ingenuidad, buscaba engañarse a sí misma.

Sin quererlo, más bien esforzándose por no hacerlo, la mujer despertó en medio de un leve resplandor. Con el libro aún entre sus brazos, acodada sobre el antiguo mesón de la biblioteca decidió que no debía esperar para comprobar el alcance del mágico embrujo que de ella se había apoderado.

Tomó otro libro, esta vez uno más voluminoso, con pequeñas figuras terribles y coloridas decorando los laterales del escrito…se dejó llevar por la tersura de una bruma irisada y cayó nuevamente en la magia envolvente…”soy el alfa y la omega”…”el principio y el fin”…escuchó claramente una voz intacta y primordial pronunciando esas palabras a la vez que algo que nunca había experimentado le confortaba por dentro… tuvo esta vez la certeza que el destino le estaba regalando un presente infinito: por alguna razón que no comprendía –quizás por pura piedad ante su soledad inmensa – se le estaba dando la facultad de revivir y conocer lo conocido y vivido por otros muchos, todos seres como ella, que desde épocas inmemoriales, habían amado, habían construido, habían enunciado, habían descubierto…

Un universo paralelo existía a través de los testimonios dejados por sus semejantes, preservados en forma latente, vívida y palpable en cada volumen de aquella biblioteca.

Abrumada por la inmensidad de aquella maravillosa oportunidad que se le ofrecía llegó a pensar que quizás el poder que se le estaba otorgando no acabara allí…quizás lo que tenía ante sí no fuera solo un alimento para su infinita sed de conocimiento o una salida mágica para su propia realidad truncada. Quizás ante sus ojos tuviera la puerta de entrada hacia otra dimensión desde donde pudiera advertir a sus pasados congéneres sobre el final hacia el que se estaban dirigiendo…quizás tuviera la extraordinaria misión de intentar cambiar el rumbo de lo que terminó en destrucción…un acceso hacia los márgenes del tiempo enlazados a través de los testimonios que la humanidad fuera dejándose a sí misma a lo largo de los siglos…

Conmovida a tal punto que llegaba a sentir la presencia de su propio espíritu, vertía con emoción las lágrimas que creía ya no tener… volvió a escoger otro libro al azar…lo abrió, sin ver, en una página cualquiera y rogó a los dioses que hasta allí la habían conducido, que le dieran una nueva señal…una constancia certera de lo que le estaban brindando…

Reposando su cabeza muy cerca de las páginas amarillentas de aquel otro libro, volvió a caer en el sedado sortilegio del ensueño revelador…esta vez fue de tintes dorados la niebla que la envolvía…y lo que alguna vez alguien escribió en forma profética, sintió que podría llegar a ser realidad a través de ella:
 “Después de cada final habrá siempre un nuevo principio”…


Más relatos entre libros, en lo de Rochie

domingo, 14 de octubre de 2012

COMPLETANDO LA TRILOGÍA

Bueno, dejo ahora el texto que completaría la trilogía retrospectiva. Para quien no esté al tanto, reitero que a consecuencia de las cabos sueltos que surgen en el relato juevero de la pasada semana -Una voz en el teléfono- se me ocurrió completar la historia con dos precuelas sucesivas. La primera e inmediata, ya publicada - La cacería- y la que ahora agrego como punta inicial de la trama desarrollada en ellas. Espero les guste la propuesta.




EL RESENTIMIENTO

Desde que tenía memoria, la figura del Manso se asociaba con la de su niñez. Desde muy chico aquel niño de ojos claros y risa contagiosa se sumó a los juegos que él y su hermana organizaban en el extenso terreno junto a la casona familiar, entre el campo de girasoles y el camino. Tanto ella como sus padres siempre le recibieron  con los brazos abiertos. Aunque él nunca lo sintió demasiado cercano –el Manso gustaba de pasar largas horas libro en mano- sí valoraba mucho la plácida compañía que éste aportaba en la vida de Blanca, bastante enfermiza y poco apta para las correrías y los juegos rudos que él siempre gustaba proponer.

Fue así que desde muy chicos, nació entre el Manso y su hermana Blanca una muy estrecha amistad que con el paso del tiempo se convirtió en previsible noviazgo, transcurrido sin mayores altibajos durante los años en que ambos jóvenes limitaron su monótona vida a los alrededores del pueblo. La ilusión e inocencia de la muchacha se trasuntaba en su mirada, en sus proyectos de futuro compartido y una buena cuota de caricias retribuidas.

La alegría de su hermana le bastaba para sentir por el Manso algo similar a una confiada simpatía que jamás logró ser –pese a todo- amistad profunda. La única actividad que sí solían compartir exclusivamente entre los dos -como cosa de hombres- era la cacería. Largas caminatas entre espinosos matorrales y escarpados riscos, incursiones furtivas hasta lo más profundo del bosque, acampadas de fin de semana junto al lago, siempre alertas ante eventuales presas, ensayando incluso estrategias a dúo a la hora de enfrentar jabalíes, lobos y linces. Su joven sabueso fue privilegiado testigo de aquellas jornadas de  excursiones y aventuras.

Todo cambió abruptamente cuando el Manso decidió irse a estudiar a la ciudad. Sus inquietudes intelectuales comenzaron a contraponerse con el horizonte contenido que la tranquila vida de pueblo le imponía, y en ese marco de expansión, poco a poco, Blanca fue también quedando al margen de sus planes y expectativas.

Luego de la partida, la felicidad y la salud de la muchacha comenzaron a resquebrajarse, y al verla transitar por tal abismo de tristeza, él mismo fue también sintiendo que en su interior crecía un gran vacío. Contemplar la vida de su hermana diluida a causa de la decisión del Manso fue opacando su corazón, haciéndolo un hombre parco, resentido y francamente esquivo. Sólo en el entorno de su limitada vida familiar lograba manifestar cierto grado de ternura. Fuera de eso, su vida transcurría circunscrita a las escuetas relaciones enhebradas alrededor del pueblo y su pequeña comunidad.

El poco aprecio que aún sentía por la humanidad colapsó el día en que recibió la inesperada noticia: después de muchos años alejado del paraje, el Manso volvía al pueblo. Congraciado con su tierra natal, regresaba para instalarse otra vez entre su gente, con un título bajo el brazo y una remilgada chica de ciudad como flamante esposa y futura madre de su hijo.

Quizás la cálida recepción que todo el pueblo le dio al recién llegado y la amistosa reciprocidad con la que el repatriado respondía a tales afectos –como si allí nada le hubiese quedado pendiente- culminó por irritarlo al punto de buscar ahogarse en el alcohol y la vehemencia.

La sola idea de imaginar a su hermana malherida por el cachetazo que suponía el regreso de su viejo amor del brazo de otra mujer, le hacía hervir la sangre al tiempo que la semilla de la venganza se le instalaba tanto en la mente como en el corazón.

Desde ese instante sintió que el único propósito en su vida sería compensar –en algo, al menos- el gran dolor que su querida hermana había ido padeciendo mientras sentía marchitarse su esperanza y su juventud.



TRILOGÍA RETROSPECTIVA

viernes, 12 de octubre de 2012

LA CACERÍA

Luego de releer el relato que escribí para este jueves, se me ocurrió continuar la historia en retrospectiva, ahondando en la culpa que el personaje fue reviviendo a causa de esos misteriosos llamados telefónicos. Si las musas me ayudan -y el público me acompaña (jejeje)- intentaré luego completar la trilogía con los sucesos que dieron origen a los otros dos.
Gracias desde ya por su constante compañía.


Cuadro Perro De Cacería Hacemos Cosas Increibles Chcanos!!


LA CACERÍA

Ese fin de semana sería la cacería. Luego de varios intentos al fin pudieron ponerse de acuerdo sobre los detalles y lograron combinar el día. El pequeño grupo saldría muy temprano hacia las montañas, acamparían, y desde allí se dividirían en dos. El Tuerto y un fulano del pueblo irían río arriba y él y el Manso bajarían hasta el lago para probar –de paso- suerte con la pesca. Él se llevaría al Dingo -ya confirmado como avezado rastreador- de ese modo se aseguraría lo que en realidad buscaba: toparse con el oso que varios campesinos habían estado viendo por las cercanías, atacando incluso a dos ovejas que pastaban en las afueras del bosque.

Pese a lo que en un principio había temido, no estaba nervioso. Más bien se reconocía ansioso por poder llevar adelante su plan tal cual lo venía armando desde que le dieron la nefasta noticia.

Como si desde ese instante nada más hubiera tenido sentido, se dedicó los siguientes días y noches a elucubrar la manera en que pudiese vengarse de aquel desgraciado. Fantaseó con gran placer mil y una maneras de matar al susodicho con sus propias manos, llegando incluso a imaginar con nitidez la expresión que tendrían en ese momento sus ojos vidriosos.

La sola idea de poder aniquilarlo le resultaba íntimamente satisfactoria, llegando incluso a mitigar las laceraciones de antiguos resentimientos. Pero la imagen avergonzada de sus padres y de su hermana se le cruzaba en sus ensoñaciones de venganza, logrando ese hecho cambiar el rumbo de sus pensamientos. No. La revancha no debía realizarse abiertamente. Debía diseñar con gran cuidado lo que debería parecer un accidente y en realidad sería un frío asesinato.

La eventualidad de la aparición de aquel oso por los alrededores le despertó la idea y su merecida fama de cazador experto le dio la fuerza como para organizar, con gran tino, la excusa de esa cacería como velo para ocultar sus verdaderas intenciones: matar al Manso haciendo que parezca un lamentable infortunio.

………..

Llegó por fin la madrugada tan esperada, los cazadores estaban listos, al igual que los perros. Se dividieron los grupos, se alistaron los pertrechos. El Manso siempre le había confiado a él la provisión de sus rifles, no por nada lo llamaba, bromeando, “el gran experto”. Fue durante un breve descuido que cambió los cartuchos: sustituyó municiones buenas por salvas. Como era de esperarse, nadie lo advirtió.

La habilidad del Dingo como rastreador apresuró el encuentro, ambos hombres ubicaron esa misma tarde su presa cerca del lago, en las afueras del bosque, tal cual él lo había conjeturado.

El oso era inmenso, bravo y ágil. Cualquier cazador de aquellos parajes lo consideraría un muy digno oponente. Confiado por sentirse respaldado por su colega de caza, el Manso se adelantó unos pasos intentando ser quien abriera el fuego. Varios fueron los disparos que dio antes que por su mente pasara la sospecha de que algo estaba mal con los cartuchos. Una y otra vez, gatilló en vano antes de gritar desesperado al ver que aquella fiera enorme se le abalanzaba sin contemplaciones. La incredulidad fue más grande que el terror al comprobar que su compañero observaba desde cerca sin dignarse a disparar. Sólo lo hizo cuando la fiera salvaje había realizado ya su faena descuartizando a quien –sin imaginárselo siquiera- había sido presa de un muy bien calculado asesinato.

¡¡¡FELIZ CUMPLE!!!

Hoy mi papá cumple 91 años. Hace poco descubrió a esta jovencísima cantante -Jackie Evancho- que canta como los ángeles, y a partir de ese momento, quedó prendado de su calidez. Vaya entonces este video como regalo especial para su cumple.

(para escucharlo mejor, dar antes stop en el reproductor
que se encuentra al pie del blog)


miércoles, 10 de octubre de 2012

ESTE JUEVES, UN RELATO: El teléfono



La primera vez ocurrió durante una tormenta. Mientras los oscuros nubarrones cubrían el cielo nocturno, cierta inquietud que sobrevolaba en la atmósfera parecía preanunciar la posibilidad de que algo mucho más inusual que rayos y truenos se sucedieran esa noche.

La vieja casona se hallaba en total silencio, ya que nadie más que él la poblaba desde que sus padres murieron y su hermana decidiera mudarse más cerca del pueblo. Su fiel perro Dingo, agotado por las largas jornadas de cacería que habían sobrellevado esa semana, apenas hacía más que estar echado junto al fuego, resoplando las chispas que alcanzaban con persistencia su hocico de adiestrado sabueso, ansioso ya, por su retiro.

Los primeros truenos resonaron quebrando la placidez del galgo y los nostálgicos pensamientos de su dueño. No resultaría exagerado comparar la repentina aceleración de sus latidos con la irrefrenable carrera que emprende una liebre ante un peligro inminente. La lluvia torrencial se desencadenó con tal ansia que parecía ser la última vez que el agua caería sobre aquellas tierras.

De repente el sonido agudo del teléfono culminó por quebrar la pretendida templanza de ambos  solitarios. El hombre notó que la voz le nacía entrecortada desde el abismo de su silencio, se esmeró entonces por procurar mostrar un acento afable en sus palabras. Pese a repetir varias veces –y elevando más el tono- la misma inquisitoria pregunta para averiguar quién le hablaba, nada pudo distinguir más allá de un forzado murmullo y algo muy parecido a un quejido lastimoso que agregó más inquietud a su desconcierto. La llamada no se prolongó más que unos segundos, pero fueron suficientes como para poner a trabajar a pleno sus presunciones y sus miedos.

Lo primero que hizo luego de cortar fue comunicarse con su hermana y algún otro conocido que pudiera haberlo querido llamar en aquella desapacible noche de inquietud y tormenta. Luego de constatar que entre sus cercanos ninguno había intentado telefonearle, su imaginación siguió disparándose a la par de los estertores de la noche inhóspita que ya moría.

Después de aquella primera vez se sucedieron muchos otros llamados tan misteriosos como desconcertantes. Descartó de plano la posibilidad de estar siendo destinatario de alguna broma pesada. Ninguno de los habitantes de aquellos páramos resultaba dar con el perfil necesario para armar semejante parodia de mal gusto. Además los quejidos lastimeros iban poco a poco tornándose algo más audibles, asemejándose cada vez más a palabras pronunciadas con la firmeza de alguna advertencia o de una sentencia anunciándose incumplida.

No podía dejar de reconocer que a cada momento -tanto del día como de la noche- se sorprendía aguardando la chillona campanilla de su teléfono anunciando otro de los preocupantes llamados que aún no conseguía dilucidar. Tanto por su procedencia incierta como por lo encriptado de sus contenidos, aquellas llamadas iban horadándole cada vez más tanto el transcurrir monocorde de sus días, como la ya precaria racionalidad de sus pensamientos.

Quizás por vergüenza o por la certeza de no poder conseguir quien lo ayudara a identificar el origen de aquellos extrañas llamadas telefónicas, a nadie le dijo de sus angustias. A nadie le comentó de sus sospechosas premoniciones.

Lo cierto es que lo único que se pudo reconstruir más tarde –basándose en algunos inquietantes escritos que el hombre dejara garabateados a modo de diario de su infortunio- fue que después de varios meses padeciendo tal grado de tortura telefónica, creyó reconocer en aquella voz lastimosa el rastro de alguien que no debía ya estar en el mundo de los vivos. La presunción de quienes lo encontraron junto al teléfono –con el tubo descolgado y mudo, muy cerca de su cabeza- fue que el infortunado decidió al fin descerrajarse un tiro en la sien, desesperado por la soledad inmensa en que estaba sumergido…o por la locura que comenzó a sembrarse entre sus viejas culpas.


Más relatos telefónicos, en lo de María José

martes, 9 de octubre de 2012

ALGO QUE MERECE SER MEDITADO

"La incomprensión de lo que sucede, vamos a decirlo, es una de las señales de que uno está llegando a la senectud más decrépita".
Juan Aragón

jueves, 4 de octubre de 2012

OJOS MANSOS


(imagen sacada de la red)

Ojos mansos…
Esa era su mejor arma.
A cara descubierta
y el corazón
sin manchas,
ella avanza…
entre resguardos hostiles
y máscaras gastadas,
entre mentiras impunes
y oscuras trampas.
Intentando mantener
su inocencia
a resguardo,
ella avanza…
con la voluntad
siempre lista
y la esperanza en alto.

INDIGNOS






















Atada a la hipocresía
y la arrogancia
vive la mentira.
De la mano de la soberbia
que da el poder
los corruptos juegan
a dar como ciertas
las falacias que
ni ellos mismos creen.

martes, 2 de octubre de 2012

DE HUMEDADES



(imagen tomada de la red)

Hay días en que el pasado
se pone a llover
y retorna entre las gotas
que caen desde el cielo.

La lluvia se hace silencio
que pesa más
si se escucha
con el sentimiento.

Y es que cuando la humedad
nos brota desde adentro
una se hace otoño,
aunque el calendario
marque primavera.

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